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Existe una especie de hormiga que vive en las espinas huecas que se forman en un tipo de acacia nativa de las regiones de México y Centroamérica. La naturaleza de su relación me pareció cuanto menos curiosa; evidenciando el hecho de que no soy biólogo, trataré de explicarlo de la forma en la que lo entendí. La acacia cornigera, o también conocida como árbol cuerno, es un arbusto que pertenece a la familia de las fabáceas, un tipo de planta que se caracteriza por contar con frutos leguminosos y hojas compuestas y estipuladas —yo aún sigo descifrando lo que eso significa. El nombre de este árbol se debe a que en ella crecen espinas largas y huecas que asemejan a un cuerno.
Si encuentras uno de estos arbustos es posible que lo veas lleno de hormigas, aunque pareciera a primera vista que la planta está siendo invadida por el insecto, si miramos con detenimiento, podemos alcanzar a observar una relación simbiótica entre ambos seres. Las hormigas guardianes habitan en las espinas de la acacia, en ella encuentran refugio y alimento, y a cambio toman la tarea de defender a la planta de otros insectos y animales que puedan encontrarla lo suficientemente apetitosa para comerla. Dentro de su relación hay todo un sistema lleno de procesos de atracción, control y manipulación mutuos que permite que ambas especies sobrevivan y habiten sus ecosistemas. Ambas partes participan en igual proporción, coexistiendo en un ambiente lleno de vida.
Pensaba en las guardianas que viven en los cuernos, su proeza de defender el lugar que habitan, ¿quién no lucharía por su hogar? No pude evitar pensar en nosotras, las personas, quienes residimos en casas, departamentos, cuartos; refugios que toman distintas formas, construidos de materiales diversos, guerras se han peleado en nombre de su preservación. Sin embargo, ahí dónde las hormigas viven es una morada que palpita. No hay una proeza que se atribuya a una sola hormiga, dudo que tengan libros de historia que cuenten los heróicos relatos de La Guardiana, aquella que dio la vida por la acacia que las resguarda, haciendo estatuas que inmortalizan su memoria; de entrada, su hogar es un ser viviente, que tiene sus funciones dentro del ecosistema, nace y muere al igual que sus habitantes. Si alejamos la mirada y observamos las raíces, los fractales, los rizomas, las fronteras se desdibujan y con ello habitamos una realidad más amplia, trataré de tejer esta idea.
La morada viva que es la acacia para las hormigas me deja pensando en que más que habitarla, como si habláramos de un conjunto de paredes dónde se vive, la cuidan, hay una relación entre dos seres, esta peculiaridad me llevó a pensar en una referencia que hace el filósofo Yuk Hui en uno de sus ensayos titulado Límite y acceso, en el que regresando a algunos principios de las filosofías orientales, específicamente confusionismo y taoismo, habla de la concepción del desdibujamiento del sujeto, podemos llamarlo humano, y su participación en un camino, un tao, una realidad más amplia que nos recuerda nuestra propia insignificancia. ¿Qué implica entenderse desde ahí?
El ejemplo que utiliza Hui para hablar de esta forma de acceder a lo no-racional —aquello que no es racional, pero tampoco irracional— es proveniente del mundo del arte, haciendo referencias a las pinturas de Dong Yuan y Guo Xi —estoy seguro que alguna vez has visto alguna de estas obras— un paisaje de montañas en un fondo blanco, todo lo que se encuentra dentro del canvas se mezcla con el fondo. Ante esto Hui nos dirá que “lo que experimentamos [al contemplar estos paisajes] es la disolución del sujeto. El sujeto es capaz de participar en lo no-racional y se vuelve parte de una realidad más amplia”, lo pienso como dejar de buscar explicaciones que justifiquen desde la razón todo lo que nos atraviesa el cuerpo, sin ir al extremo de lo sin razón, participando de un mundo no-racional, ¿hace sentido?

Regresamos a las hormigas guardianas y los árboles cuernos, su relación pareciera entrar en esa realidad que menciona Hui, una más amplia de lo que se ve, sujetos desdibujados que siguen un camino, un tao. Seres que son partícipes del cielo y la tierra, esa “condición de ser un sujeto moral, cuya responsabilidad es facilitar el crecimiento de otros seres”, relaciones simbióticas que se extienden como un fractal.
Incluso en lo aparentemente nimio encontramos algún hecho que nos lleva a pensar. Una planta llena de hormigas puede sonar como algo que se podría ver todos los días, e incluso una vista que estaría lejos de causar emoción alguna, me pregunto si así se pensará de nuestras vidas vistas desde arriba. Insípidas. Personas habitando un planeta como hormigas que viven en los cuernos. Mirar a fondo daría cuenta de la complejidad creciente que se desenvuelve en el ecosistema. Hui nos dirá que esta insipidez da cuenta de nuestra propia insignificancia, hecho que nos hace sabernos como parte del tao, y no como dueños de lo que nos rodea. Ni elevados a dioses, ni reducidos a nada. Simplemente, partícipes del cielo y de la tierra.
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Notas y referencias bibliográficas
Hui, Y. (2020) Fragmentar el futuro. Ensayos sobre tecnodiversidad. Caja Negra