Texto y voz Mariana López Romero
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En algún momento de la existencia lxs seres humanxs éramos sólo personas –lo que sea que esto signifique–, pero la tecnología y la vida contemporánea nos han convertido en algo más que personas humanas. Tras vivir conectadxs a unos bytes, de manera voluntaria o involuntaria, la pantalla se ha convertido en el canal por el cual “aparecemos” ante la otredad y la otredad aparece ante nosotrxs. Diferente a hace algunas décadas –en donde esto resultaría impensable–, durante el 2022 basándonos en datos de la pagina web statista, la media global del tiempo en línea (en computadoras, celulares o tabletas) fue de 6 horas y 43 minutos. Es decir, pasamos el 27% del día siendo unx usuarix, avatar, perfil, match o follower. Hoy, poner el cuerpo, pareciera en ocasiones intrascendente, pues podemos existir en y desde la virtualidad sin necesidad de estar desde la presencialidad física[1].
En la actualidad, el “borramiento” del cuerpo físico nos lleva a reflexionar nuestras maneras de existir más allá de aquellas interacciones donde todas las personas implicadas se relacionan desde la presencialidad, es decir, desde la materialidad. Pareciera, inclusive, que hemos ido adquiriendo habilidades antes desconocidas, las cuales nos están convirtiendo en seres que podemos ser “poseídxs” por unx otrx individux que vive a 236 kilómetros de nosotrxs, por unx influencer norteñx, por unas cámaras apagadas, por el mundo del Minecraft o por un dulce mensaje de voz escuchado vía WhatsApp en velocidad 2x, que puede erizar nuestra piel. El ritmo con el que vivimos hoy, un ritmo acelerado, es un gran invitado a esta historia; a esta forma de vida que nos sofoca, que no nos deja respirar, nos cansa, enferma y (des)enchufa.
La velocidad con la que vivimos nos hace la vida más rápida y fácil, pero también más cansada. Hay una vida líquida, un mundo acuoso, escurridizo y rápido, que no deja a nuestros labios, ni por un segundo, sentir el agua del paso de los años. Por rápido que corramos nunca llegaremos a la meta, pues siempre habrá una carrera más que correr; una serie de televisión más que ver; un recuerdo que celebrar; unx amigx a quien felicitar; o un match a quien conquistar. Ya no hay fronteras y por tanto, tampoco hay límites. La delimitación espacial se ha invisibilizado, se ha convertido en el “állaquí”. “El papel de la velocidad varía según la sociedad considerada. La Edad Media conoce las palomas mensajeras con Jacques Coeur, el gran financiero de la época. La sociedad colonial conoce el poder marítimo de Inglaterra y de Francia”[2]. El papel de la velocidad en la actualidad nos obliga a aparentarnos en la inapariencia, es decir, hacernos reconocer en el anonimato que posibilita el internet, para así convertirnos en una aparición, pero no una cualquiera, ¡la del fantasma 5G! Un organismo que, a pesar de la virtualidad, conserva un cuerpo. Unx fantasma 5G no es unx ser descorporalizadx, aunque su corpus vaya más allá de lo visible y lo tangible. Unx fantasma 5G sigue teniendo y necesitando de un armazón físico, de un cuerpo que le permita navegar en la web. Unx fantasma 5G ha aprendido a habitar el mundo contemporáneo conquistando el ciberespacio con sus manifestaciones espectrales.
La palabra “fantasma” proviene del griego phantasma (φάτασμα), que quiere decir aparición. A su vez, la palabra griega proviene del verbo phanein (φαίνειν), que significa brillar, aparecer, mostrarse o hacerse visible y del sufijo -ma (-μα) que se refiere al resultado de la acción de realizar algo[3]. Lxs fantasmas son seres que podemos ver pero no tocar. Lxs fantasmas 5G son seres que pareciera que se hacen visibles por el sencillo acto de que unx otrx quiera verle, aún sabiendo que probablemente esa noche tampoco cenará con lx millonarix Saudí a quien conoció en una plataforma de ligue, como no ha pasado en noches anteriores desde que hicieron match. La corporalidad de unx fantasma 5G se puede traspasar porque lx escuchamos, lx leemos, lx vemos, y sobre todo, podemos amarlx.
La presencia del fantasma 5G es sorprendente, aunque a veces dudosa; es una presencia que acelera los latidos de nuestros corazones. “¿Quedarse con un espectro acaso no es quedarse con él dentro, poseído por él, poseso sin más? ¿Capturarlo no es, acaso, quedar cautivo, cautivado por él?”[4] Una vez que el espectro o fantasma logra llegar, no se va nunca; te exprime, absorbiendo tus entrañas y anhelos, dejando huellas, dejándote poseídx o exorcizadx, pidiéndote (forzándote) a regresar cíclicamente a tocar con tu dedo índice el modo on, ya sea en el celular o computadora. A veces es complicado reconocer a estxs fantasmas 5G como personas humanas, entonces, les dejamos su lugar como compañerxs invisibles; como personajes que nos hacen soportable vivir en un mundo espectralmente aburrido. A veces haremos como que no existen, aunque sepamos que sí lx vimos; no con un cuerpo encarnado pero sí con una presencia detrás de la pantalla que nos provoca sensibilidades nuevas, más allá de nuestra materialidad y de la fisicalidad. Así nos encontramos hasta que llega algo, alguna cosa o evento nuevo, o alguna persona con quien no habíamos conectado anteriormente, pasando del deseo de lx primerx fantasma a la nada; entonces es que hacemos ghosting[5], desaparecemos como lo haría unx fantasma.
¿A dónde nos lleva esta invisibilidad? ¿A dónde nos lleva la posibilidad de hacer ghosting a alguien más? ¿A dónde nos lleva esta nueva capacidad de aparecer y desaparecer dependiendo de nuestro ánimo? En los relatos narrativos distópicos observamos las opciones de transformarnos en zombies, robots o cyborgs o si esto no sucede, la opción es el fin del mundo humano como lo conocemos. ¿Será que la digitalización de nuestra experiencia en la vida nos estaría robando el cuerpo? En las redes sociales, en la virtualidad, la presencia física ya no hace falta para convivir con unx otrx. Con Tinder se pierden las mariposas en el estómago; desde Airbnb la experiencia de alojarse en un hotel es otra; con Amazon, perdemos la posibilidad de recorrer los pasillos del supermercado caminando; y gracias a Netflix, saborear un combo con cuates en el cine se vuelve innecesario. Experimentar desde lo virtual nos pide poner el cuerpo, pero esto sucede casi siempre sin movernos de lugar.
La lectura de este fenómeno por algunxs filósofxs, subraya el desencanto de ser humano-máquinas, “el hombre se da miedo. Se convierte en el miedo que él mismo inspira”[6]. Pero hoy por hoy no sobreviviríamos apartadxs de las técnicas, de lo tecnológico, de las máquinas. Esto forma parte de quiénes somos. Vivir la vida como fantasmas 5G no nos convierte automáticamente en malas personas, en menos humanxs. No siempre haremos ghosting –aunque hacerlo sea una posibilidad virtual, como la ley del hielo en la presencialidad física. Habitar de otras formas el mundo, más allá de la presencia física, desde las presencias espiritual, emocional, sensible e inteligible, no es tajantemente peor. Los crímenes pasionales existieron desde A. T (antes de Tinder), la ley del hielo, la discriminación y violencia de género también. No podemos concluir si las maneras contemporáneas de existir son peores que antes, ni tampoco si son mejores. Lo que sí podemos decir es que son formas otras de convivencia, en donde vendría bien conducirnos con responsabilidad y respeto hacia lxs otrxs fantasmas 5G quienes se encuentran detrás de la pantalla, pues como nosotrxs, también son personas humanas.
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Notas y referencias bibliográficas
[1] Uso el termino presencialidad física ya que desde mi recorte de realidad considero que hay presencias otras, como: espiritual o emocional. Presencias sensible y presencias inteligibles.
[2] Virilio, P. (1997). El cibermundo. Madrid: TEOREMA. P. 17.
[3] Fantasma, https://etimologias.dechile.net/?fantasma
[4] Derrida, J. (1998). Espectros de Marx, el estado de la deuda, el trabajo del duelo y la nueva internacional. Madrid: Trotta, 1995. P. 150
[5] Ghosting es un término anglosajón utilizado de forma coloquial para describir la práctica de cesar toda comunicación y contacto con una pareja, amigx u otrx individux con o sin advertencia o justificación aparente y posteriormente, ignorar cualquier intento de acercamiento o comunicación realizada por dicha persona.
[6] Derrida, J. (1998). Espectros de Marx, el estado de la deuda, el trabajo del duelo y la nueva internacional. Madrid: Trotta, 1995. P. 163.